domingo, 27 de octubre de 2013

Victorio Macho y... Toledo



Por Javier García-Luengo Manchado





Si generalmente cuando pensamos en Toledo lo hacemos desde la perspectiva del mundo medieval o desde el esplendor del renacimiento, hoy quiero referir un museo y un personaje quizá menos conocido, sobre todo si nos dejamos guiar por las rutas turísticas al uso, pero que sin duda nos hablan de un Toledo siempre sorprendente y, desde luego, de una grandeza histórica y artística capaz de trascender cualquier época o periodo para convertirse en una ciudad verdaderamente eterna.
Autorretrato

Se trata de Victorio Macho y del museo constituido a partir de la cesión efectuada por el propio escultor a España, quien legó tanto su casa como aquellas esculturas y dibujos que le acompañaron a lo largo de toda su vida, debido a su alto valor sentimental. Es por ello que sea Roca Tarpeya el lugar donde encontramos este sorprendente, recoleto e interesante museo, pues fue aquí mismo donde el creador castellano fijó su residencia cuando en los primeros cincuenta regresó definitivamente de su exilio.
Marcelo Macho
Mi primer acercamiento a Victorio Macho (Palencia, 1887-Toledo, 1966) se produjo hace ya algunos años de la mano de mi maestro, José Carlos Brasas Egido, principal estudioso del artista palentino. El impacto y admiración que causó su escultura ha ido creciendo con el paso del tiempo, especialmente cuando tengo la oportunidad de visitar este museo y volver a apreciar obras como Marinero Vasco, la estatua yacente de su hermano Marcelo y, por supuesto, el retrato efectuado a su propia madre.
Contextualizado estéticamente en lo que se ha venido llamando realismo castellano, en el que se inscriben también Julio Antonio y Mateo Hernández, Macho recupera para el arte moderno la técnica de la talla directa. Como otrora hicieron ciertas culturas primitivas, los autores señalados buscaron durante las décadas de los veinte y treinta del siglo pasado, una renovación artística que encontraba en el referido procedimiento una esencialidad volumétrica y conceptual ajena al manido preciosismo postromántico, tan común entonces en los sectores más académicos.
Marinero vasco
El sincero compromiso de Victorio Macho con la sociedad, con el arte y con la historia, hace que el Hombre se convierta en el gran protagonista de su arte. Sin embargo, Victorio Macho no inmortalizará a encumbrados héroes, a eminentes políticos o avezados generales, utilizará la nobleza y la fuerza de la piedra para reflejar la nobleza y la fuerza de quienes con su labor callada y con su trabajo silencioso procuran el avance y evolución del género humano, siendo quizá esta peculiar interpretación de la gente del pueblo algo así como una versión estética de la idea de intrahistoria definida por Unamuno, de quien por cierto Macho efectuó un imponente busto.
Unamuno
Probablemente la efigie que Macho ejecutó de su propia madre, sea el ejemplo óptimo de lo que se acaba de referir. En efecto, la combinación del mármol, para las manos y la cabeza, junto al granito empleado en el resto del cuerpo, hace que nuestros ojos precisamente se dirijan hacia el noble rostro y hacia esas manos cruzadas sobre el regazo. Manos ajadas por el trabajo, pero sobre todo, unas manos amorosas surcadas por el amor y por el sacrificio. El mismo amor y sacrifico por los hijos y la familia que hallamos en este rostro envejecido por el tiempo pero eternizado gracias a la dignidad que sólo procura la prudencia, el silencio, el perdón y la enconada lucha con y por la Vida.

La Madre
La madre de Victorio Macho es un homenaje a todas las madres, también a la mía y a la de mis estimados lectores. Su mirada meditabunda es una mirada plena de sabiduría, una sapiencia  que nunca ceja en su empeño al procurar lo mejor para los suyos, una mirada serena e inteligente de quien sabe que el amor todo lo puede y todo lo alcanza.

1 comentario:

  1. Que bonito Javier!!! tanto tus palabras sobre Victorio Macho como tu homenaje a las madres...Gracias!!!

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