Por Paco Fochs |
Aunque lo parezca, esta reflexión no va de la energía. Hoy no.
Luz de Gas es también una expresión
sacada de una película del mismo título dirigida por George Cukor y basada en
una obra de teatro de Patrick Hamilton, cuyo significado es, más o menos: “Intentar
que alguien dude de sus sentidos, razones o realidad”.
Bueno, pues eso me temo que es lo que
está ocurriendo hoy. No con una persona, más bien con todo un país.
La luz de gas siempre se origina por
una mentira y el objetivo es que el destinatario no solo no perciba la falsedad
como tal, sino que incluso piense que era buena o necesaria.
Aquí el gobierno no es que haya dicho
una mentira, más bien es que no ha dicho una verdad. Por ello, al cabo de dos
años, es lógico que la gente desconfíe del mismo, cuando no le considere el
enemigo, lo cual va siendo una opinión dominante. Conscientes de ello la salida
que se les ha ocurrido es convencernos de sus acertadas decisiones. Es decir "hacer Luz de Gas".
Pero no solo es el gobierno; toda
aquella persona o institución cuando nos comenta en los medios de comunicación, que
todo va muy bien, debido a que una estadística macroeconómica ha subido o bajado una décima, están
inmediatamente clasificados como cómplices en la campaña de “Luz de Gas".
Así ocurre el espectáculo de todo un país sometido a
esta aberrante maniobra, pese a que la gente sabe, por su propia experiencia, la
realidad.
Por ello, si el partido gobernante se monta un
guateque en Valladolid, los ciudadanos pasan un montón del mismo y mucho más si
el mensaje más potente del líder es que reclame a uno de sus rivales que “se
calle”, cuando el pobre lleva ya una larga temporada en un extraño mutismo que
algún día, si puede, explicará.
.
Por favor: no se crean esta Luz de
Gas. Ni las maniobras de distracción. Más bien repitan como un mantra eso que
dice una cadena de electrodomésticos: “Yo no soy tonto”.
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