Por Luisa Grajalva |
Recorrí once mil kilómetros en busca
del lama. Decían que podía hacerte ganar el mejor premio que alguien puede
obtener en la vida.
En cuanto llegué al monasterio,
pregunté al hombre sabio si era verdad y cuál era ese premio. Afirmó que me lo
revelaría si me quedaba, durante seis meses, ayudando a los necesitados.
Accedí sin sospechar lo que cambiaría
mi vida. Al cabo de unas semanas de no tener casi nada y repartir lo poco que
tenía, me sentí el hombre más rico y en paz del mundo.
Al marcharme, el lama cumplió su
promesa. “Voy a mostrarte –dijo-el mejor premio que puede ganarse en la vida”.
Luego sacó un espejo y me reflejó en
él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario