Por Paco Fochs |
Vaya
ingenuidad: pedir perdón por lo de la corrupción. Ya se sabe que si pides
disculpas, al poco tiempo tienes que abdicar o dimitir, según sea el caso. Hay ejemplos
muy conocidos por lo que prefiero no citarlos.
En
España somos mayoritariamente católicos y sabemos que cuando uno se dirige al
confesionario para que te perdonen los pecados, efectivamente te absuelven,
pero también te imponen una penitencia. Así que lo nuestro es un perdón
condicional hasta que pagues.
Han
caído como unas almas de cántaro que dirían en El Quijote. Ahora les toca la
penitencia. Claro que el tema de las disculpas lo inició impetuosamente Esperanza
Aguirre, que como saben se rodeó de un equipo de numerosos imputados y sospechosos
que, dado el surrealismo de nuestro país, le ha llevado a fichar por una
empresa de selección de altos directivos.
El
asunto va a tener su miga: me imagino unas próximas elecciones generales en las
que pueden competir: Soraya Sáez de Santamaría, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.
Ojalá. De esta forma, el rearme moral que recientemente desde Asturias
reclamaba Felipe VI, puede tener su oportunidad, ya que con la tropa actual,
por curriculum y edad, va a ser imposible rearmar cualquier cosa.
Pero
bueno, no hace falta dimitir. Si el presidente anuncia que no vuelve a
presentarse, el panorama puede despejarse ya que muchos comenzarán a preparar
el equipaje y algunos problemas se resolverán automáticamente. O eso quiero
creer.
Tal
vez el ingenuo ahora es un seguro servidor.