Por Javier García-Luengo Manchado
El pasado
día dos de mayo se cumplía el centésimo decimosexto aniversario del nacimiento
del pintor manchego Gregorio Prieto. Aunque dicha efeméride no se puede tildar digamos
como una fecha “redonda”, sin embargo, me parece conveniente traerla a colación
en tanto en cuanto, estos días, a propósito de la magna exposición dedicada a
Salvador Dalí en el Museo Nacional Reina Sofía, el surrealismo vuelve a estar
de moda, si es que en algún momento ha dejado de estarlo.
El nombre de
Gregorio Prieto, se une a la extensa nómina de creadores españoles que engrosaron
las filas de la estética surrealista y que en muchos casos, la alargada sombra
del creador de Figueras, junto con la de Miró o el propio Buñuel, han
oscurecido.
Prieto, tras
haber estudiado durante algún tiempo en la Escuela Especial de Pintura,
Escultura y Grabado de Madrid, como entonces se denominaba oficialmente a la
que oficiosamente se conocía como Escuela de San Fernando, residió en París en
1925, justo un año después de la publicación del Manifiesto del Surrealismo de la
mano de su máximo pontífice, André Breton.
El ambiente
de vanguardia que bullía por entonces en la capital francesa no cayó en saco
roto para el manchego, sin embargo, hubo que esperar al pensionado que Prieto
disfrutó desde 1928 en la Academia de España de Roma, para que la lección
aprendida en París comenzase a cuajar.
Roma, que
aun era considerada como el lugar idóneo para la formación del artista en la
tradición clásica, paradójicamente sirvió para despertar en Gregorio Prieto, al
igual que en otros compañeros de promoción, el gusto y la inquietud por un
surrealismo de corte, llamémosle, clásico y metafísico.
Desde este
momento el maniquí, la estatuaria clásica y los marineros, serán las figuras
encargadas de dar vida a unos sueños cuyo telón de fondo sería ese paisaje
mediterráneo del que Gregorio tanto disfrutaría por aquel tiempo, recordemos en
este sentido, los viajes realizados a Sicilia y a Grecia.
La belleza,
sensualidad y ambigüedad de las referidas figuras, le permitirán configurar
unas metáforas donde, so pretexto del sueño y el inconsciente, se dará rienda
suelta a la frustración, al anhelo y al deseo homoérotico, todo ello sazonado
por una pasión de juventud y eternidad que ya se convertirán para siempre en la
firma distintiva de su autor.
En una línea
similar habría que hablar del interesante conjunto de fotografías que efectuó
junto con Eduardo Chicharro en estos mismos años, cuya estética, tan semejante
a la de su pintura, son fiel testimonio de la presencia que el surrealismo
también tuvo en la producción fotográfica de nuestro país. Dichas instantáneas,
por cierto, constituyeron la base del Postismo, movimiento de vanguardia que
poco después de la posguerra cimentó la renovación de las artes plásticas.
Pasada la
etapa romana, Prieto continuará trabajando con muchos de los recursos propios
del surrealismo, no sólo por el empleo de las metáforas aludidas, sino también
por la utilización de imágenes de claras connotaciones psicoanalíticas, así
como por la yuxtaposición de imágenes dispares en una misma obra, como podía
ser la venerada Virgen de la Consolación, patrona de su Valdepeñas natal,
Isabel la Católica, los molinos, jóvenes efebos, flores, estrellas, manos y un
largo etcétera.
Por ello no
es extraño que Prieto inventase allá por los años sesenta los “popares”, versión
castiza del pop americano que elevaba a rango artístico algunos elementos
tradicionales de la cultura popular española. La barroca acumulación de pasamanerías,
bordados, exvotos, recortes y cualquier tipo de objeto que de alguna manera
trasluciesen las múltiples inquietudes de este polifacético pintor se daban
cita en unas obras que mostraban una y otra vez la incansable labor de este auténtico
Don Quijote del arte y la creatividad.
Javier García-Luengo Manchado es Doctor en Historia del Arte por la Universidad de Salamanca, obteniendo Premio Extraordinario de Doctorado en 2006. Ha desarrollado su labor docente en las Universidades de Salamanca y Anáhuac de México, asimismo ha efectuado estancias de docencia e investigación en las universidades de Londres, Sapienza de Roma, Évora de Portugal, Cergy-Pontoise de París y Academia de España en Roma.
Ha comisariado exposiciones dedicados a pintores del siglo XX y escrito libros y artículos de investigación referido a los mismos temas.
Como conferenciante ha participado en el programa El Prado fuera del Prado, ciclo organizado por el Museo Nacional del Prado.