Por Javier García-Luengo Manchado |
Ubicada en el Museo de
de Semana Santa de la capital de la
Costa del Sol, las cofradías y hermandades de pasión
malagueñas han reunido en el otrora Hospital de San Julián lo mejor de su
patrimonio artístico, fiel testimonio material, a su vez, de aquél otro
espiritual legado por la fe a través de los tiempos, como significativamente
indica el título de la muestra.
Partiendo del valor catequético,
piadoso y devocional de la imagen, podemos encontrar aquí algunos
sobresalientes ejemplos de la imaginería procesional malacitana. Desde los
titulares de alguna cofradía, como la
Piedad de Palma Burgos, perteneciente a la Hermandad homónima,
hasta los personajes secundarios de ciertos tronos de misterio, la actual
exhibición permite al visitante perder su mirada ante la multitud de detalles
que amparan la ejecución de tan persuasivas obras, presentándose una marcada
dicotomía moral a través de la estética; a saber, la belleza clásica de cristos
apolíneos y vírgenes de mirada dulce y rostro sereno, frente a los
caricaturescos sayones.
Indudablemente, una de
las señas distintivas de la semana mayor malagueña son sus tronos. Sus
extraordinarias dimensiones, así como los elaborados repertorios decorativos e
iconográficos, nos permiten hablar de auténticos templos en la calle que aquí
están representados por el de María Santísima de Gracia de la Cofradía del Rescate, singular
por su estilo neogótico. Otro tanto podemos decir del trono del Santísimo
Cristo de la Redención
de la Hermandad
de Dolores de San Juan, diseño de Prini, donde la escultura en madera y bronce se
da la mano con la orfebrería para desarrollar un complejo programa soteriológico
efectuado en un lenguaje neorrenacentista, tan brillante como peculiar en la
capital andaluza.
En la exposición no
podían faltar los bordados, pues los cortejos procesionales malagueños se
definen igualmente por el brillo y color de unas abigarradas ornamentaciones botánicas
efectuadas en hilo de oro y plata, entre las que siempre podemos distinguir la
faz de un Cristo agonizante y el rostro de una Dolorosa implorante. Recamados
capaces asimismo de transformar las imágenes sacras en auténticos reyes y
reinas de un pueblo que con sus oraciones en forma de marchas y saetas
dulcifican el tortuoso caminar por esa Jerusalén mediterránea en la que se convierte
Málaga cada primavera.
Estandartes, guiones,
ajuares marianos, palios y luengos mantos diseñados por Prini, Casielles o
Joaquín Salcedo, que tanta y tan brillante presencia tiene en la exposición,
dan buena muestra de un arte que, lejos de perderse en la noche de los tiempos,
adquiere nuevo bríos, pues, en definitiva, la historia de la Redención es una
historia eterna a la que debe acompañar un arte igualmente eterno.
No
podemos pasar por alto las impresionantes piezas de orfebrería congregadas en
el antiguo Hospital de San Julián, destacando varales, frentes de trono,
ánforas o candelabros ejecutados en un sin par barroco de exquisitos
materiales. Apartado específico merecen las coronas pertenecientes a algunas de
las devociones más populares, como la de Nuestra Señora de los Dolores o la de
María Santísima de la
Esperanza , auténticas obras de joyería donde observamos
complejos programas iconográficos destinados a exaltar a la Madre del Redentor, quien
fuera, y es, la primera en la fe.
Magnifico artículo Javier,muy documentado y con una esplendida exposición sobre las cofradías y tronos malagueños.Enhorabuena!!!!
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