Por Paco Fochs |
Dice
el refranero que: Cuando el diablo se aburre mata moscas con el rabo.
Eso
debe ser lo que ocurre en el Senado español: Un edificio reformado que alberga
a 266 senadores, cuando en Estados Unidos son 100, en Rusia 170 y en Alemania
69.
La
verdad es que nadie sabe muy bien que hacen allí todos estos senadores. Espero
que su tarea sea algo interesante aunque opino que deben aburrirse.
Entiendo
que esto es lo que le pasó al Presidente de la Comunidad Extremeña en su época
de senador. Allí no podía desarrollar su impulso político. No era feliz. Por
ello decidió viajar treinta y muchas veces a Canarias para paliar esta comezón
que se convirtió en fiebre. En consecuencia se dedicó en cuerpo y alma a supervisar
temas canarios por cuenta de su partido. Por lo menos eso dicen sus amigos.
Otros argumentan que era para cuidar de una simpatizante colombiana del PP que
habitaba en Tenerife. Así pues, de una forma u otra, ambos tienen algo de razón.
Porque
hay que reconocer que en principio e incluso sin conocerla, una simpatizante del
PP colombiana debe tener cierto atractivo. No lo dudo. Una vez vista una foto, estoy
por asegurar que ilustres conquistadores extremeños a la altura de Hernán
Cortés o Pizarro, también habrían caído rendidos ante tanto exotismo e incluso
quemarían naves y aviones de Iberia para así no volver a la península. Aunque
los billetes en clase business fueran gratis.
El
asunto tuvo su final y moraleja que evidentemente deja en lugar poco airoso al
Senado, ya que nuestro señor Monago cuando lo abandonó, retomó la paz del
espíritu y la ortodoxia familiar que se encontraba algo deteriorada.
Es
esta una lección que deberían aprender quienes deseen ser senadores en las
futuras elecciones. Tanto ellos…como sus familias.
Si es que no se puede ir por el mundo dando lecciones, a no ser que seas maestro o profesor, porque ¿quien de nosotros no ha tenido una novia en Tenerife y se ha pagado los viajes a cuenta del erario público? Pues cualquiera, y luego no podemos evitar que nos lo echen en cara nuestros amigos-enemigos, que para eso los tenemos. Es que los políticos, o mejor, los que nos dedicamos a la política, somos unos incomprendidos. Nos estamos dejando media vida en esto, para que luego no nos lo agradezcan
ResponderEliminarTeniendo en cuenta que la señorita en cuestión era un bien compartido, ¿no se la podría nombrar algo así como patrimonio del partido, PPP?
ResponderEliminarYo creo que es buena idea, Maite. Así pagarían los gastos a medias entre el PP y el Senado y nos saldría más barato.
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