Aquel político de éxito estaba muy
preocupado por el concepto de dignidad. De hecho, situó un cuadro frente a él,
en su despacho, donde la palabra se podía ver dibujada en grandes letras
mayúsculas.
También guardaba en el primer cajón de
su escritorio un diccionario, al que recurría frecuentemente para buscar el
significado del vocablo.
Pero era inútil. En cuestión de
segundos, de nuevo lo olvidaba.
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