martes, 2 de julio de 2013

Relato breve: Ludwig


                                                                        LUDWIG
           
Por Emilio Porta







  -          Un niño mimado, eso es lo que es, peor que eso: un príncipe mimado.
   -          Maximiliano, no seas duro con él... ya verás cómo cambia…
                            (Diálogo entre Maximiliano II de Baviera y María de Prusia, padres de Luis II, el Rey Loco)


   Cuando llegó al trono, a los 18 años, Luis II de Baviera era un joven melancólico y   extraño, culto, amante de las artes y la música y bien preparado, por su educación, para gobernar. Pronto se desencantó, sin embargo, de la política y, pese a sus buenas relaciones con el gran canciller de Alemania, Bismarck, se pasó la vida huyendo de ella. Luis era un buen patriota, pese a todo, preocupado porque Baviera fuera respetada en Europa. Pero las propias intrigas de palacio le llevaron a ocuparse de cosas más sensibles y emprender desmesurados proyectos. Enamorado de los paisajes bávaros, hizo construir el más fantástico castillo que nadie pueda imaginarse. Un castillo, Neuschwanstein, en un enclave de cuento de hadas, y cuya construcción supervisó en cada detalle. Él, Ludwig, que hubiera deseado ser, precisamente, un hada y convertir su reino en un lugar encantado, allí, en ese paraje fuera de la realidad, tuvo que vivir la mayoría de sus sueños. Su soledad escuchando a Wagner, sus paseos a caballo por los alrededores del castillo con su prima Sissi, sus enamoramientos de apuestos galanes, ocultos y siempre castigados con el tormento de la penitencia y las mayores expiaciones, jalonaron una vida en la que intentó ser un espíritu y llegar a lo que  no podía alcanzar.
  Bello, ágil, buen deportista, su carácter, sin embargo, le hacía tener escasos amigos. Ninguno, en realidad, aunque Gudden, su médico y psiquiatra, compartiera los últimos momentos de su reinado y su existencia.
-          - Doctor Gudden…vamos a pasear hasta el lago…
-          - Majestad, hace frío, y tenéis mala cara, mejor descansar…
-          -Yo descanso en el paseo, respirando la naturaleza. ¿Tú no?
-       -   Será la primera vez que lo hacéis en estos meses…os pasáis la vida encerrado en vuestro cuarto. En fin, hoy no parece el día más adecuado, hace viento, han caído unas gotas…
-         -  ¿Unas gotas, Gudden? ¿Han caído unas gotas? Ja, ja…qué cobarde eres, médico…! Te da miedo el agua!
-         -  Me da miedo seguiros la corriente, majestad.
-     -      Pues hoy vamos a nadar. Vamos a meternos en el lago. Vamos a vencer las corrientes. ¿Vienes o voy solo?
-          - No podéis ir solo y lo sabéis...
-          - Pues ven. O cojo mi caballo y no serás capaz de alcanzarme.
-         - Iremos, Ludwig, iremos.
Luis II y el doctor Gudden se alejaron, sin escolta, por petición del monarca y con consentimiento del médico, camino del lago Stamberg. Era el 13 de junio de 1886. Un día fresco para la época, aunque los bosques de Baviera no se calientan hasta agosto. Caminaron entre risas y carreras del rey, algo extraño pues, normalmente, Ludwig siempre estaba triste y taciturno. Llegaron hasta el lago y, de improviso, el rey abrazó sonriente a su médico.
-        -  Desnudémonos y vamos a nadar, Gudden. Estamos sofocados. Un baño nos vendrá bien.
-          - No hace tiempo para ello.
-        -  Bien, quédate. Si me ahogo será tu responsabilidad, ja, ja…
-          - Está bien. Sois un niño, majestad. Pero no os dejaré solo.
 Ludwig era un experto nadador. Gudden, ya un hombre maduro, lo era menos y, sin embargo, se fió de su paciente y amigo. Le había diagnosticado esquizofrenia paranoide tiempo atrás pero, cogido de su brazo, entró al lago. Empezaba a caer la tarde. Era una locura, sí, lo era...pero Ludwig nadaba tan bien…
Al día siguiente, cuando recogieron sus cuerpos de la profundidad de las aguas, el viejo canciller Bismark, al conocer la terrible noticias, repetía afectado: “No lo entiendo…Ludwig decía que él era una valkiria, se lo comentaba siempre a Wagner”...
 Sí, su broma favorita a su amado y admirado compositor era decirle: “Wagner, ¿verdad que las valkirias nadan como diosas? Nadan como diosas, Richard, como yo.”




Emilio Porta – Escritor, periodista, licenciado en Derecho y graduado en ICADE, crítico de cine y teatro y colaborador de distintas publicaciones, como articulista. Ha escrito y publicado varios libros de poesía y narrativa, siendo los más recientes el poemario Corales, galardonado con el Premio Blas de Otero, y la novela El Amuleto. También ha ejercido la actividad docente como profesor de Literatura y Lengua Española en Inglaterra y ha residido durante diferentes períodos tanto en ese país como en Estados Unidos y Australia. Actualmente es vicesecretario de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles.





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2 comentarios:

  1. Bueno, no es un microrrelato, más bien es un relato breve. Pero, como autor, estoy encantado de que aparezca en Temporadas. Creo que toca elementos muy en relación con los contenidos fundamentales de la publicación. Y agradezco mucho la misma.

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  2. Emilio: Tienes toda la razón. Con un matiz: es un gran relato breve. Ya está corregido. Gracias y abrazos, Paco

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