Por Javier García-Luengo Manchado |
Debido a la afortunada concesión del Goya de Honor a Jaime de Armiñán,
me permito reproducir el artículo que al insigne director y guionista dediqué
en esta misma sección el pasado mes de enero:
Sin caer en la exaltación del pesimismo, lo cierto es que vivimos unos
momentos donde las "estrellas" fugaces del trivial mundo de la
creación presente parecen tomar tal relevancia que, de manera consciente o
inconsciente, hacen olvidar los nombres de aquellas personas, de aquellos
artistas, que verdaderamente han contribuido a cimentar y consolidar las bases
mismas de la cultura contemporánea. En este sentido hoy quiero destacar la
labor del cineasta, guionista y escritor Jaime de Armiñán.
Hablar de Jaime de Armiñán,
es hacerlo de uno de quienes más allá de las dificultades de la historia o de
las contrariedades políticas que le tocó vivir en sus inicios, supo hacer una televisión de calidad donde entretenimiento y educación no fuesen
términos antagónicos.
Su sagacidad para analizar el mundo que le rodea y su natural
inclinación para la escritura, ya demostrada tempranamente durante su formación
en la Escuela Estudio, centro éste heredero de los métodos docentes de la
Institución Libre de Enseñanza, hizo que desde muy joven se dedicara a la
ficción, no sólo en los guiones para una televisión recién nacida, y de la que
él sin duda fue progenitor, sino también para el teatro, alcanzando muy pronto
el premio Calderón de
la Barca.
Pero sin duda, quizá la cara más conocida de este polifacético creador,
haya sido su labor como
guionista y director de cine, trabajo que le ha catapultado más allá de nuestras fronteras.
Recordemos sus dos nominaciones a los Óscar –"Mi querida señorita" y
"El nido"-, su participación en múltiples jurados de festivales
internacionales y una larga lista de galardones en este mismo sentido.
Su filmografía, donde la realidad parece mezclarse con el sueño, sin que desde luego podamos llegar a hablar de surrealismo, continúa encandilando a unos espectadores ávidos de su originalidad y, sobre todo, de su maestría para manejar el potencial interpretativo de los actores.
Algo de esto también encontramos en su literatura. Títulos como
"Los amantes encuadernados", "Siete pesadillas" o "La
isla de los Pájaros", no hacen sino centrarse en personajes llenos de
aristas emocionales, sin que ninguno escape a la capacidad que Armiñán tiene
para el estudio psicológico... A partir de ahí, la fantasía del autor hace de
las suyas en unos apasionantes relatos
escritos con absoluta pulcritud y riqueza verbal.
Se podrían apuntar otras muchas cuestiones en torno a este creador nato,
ahí está su "Juncal", una serie que ha marcado época y donde vemos a
un Armiñán plenamente imbuido en ese universo taurino que bien conoce y que
tanto ha vivido. Sólo, eso sí, esperamos que Jaime de Armiñán vuelva pronto a
la escena, a la gran pantalla o a la imprenta y nos siga haciendo gozar y disfrutar con su sabiduría, con su
conocimiento y, en definitiva, con su Arte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario