Por Paco Fochs |
Mis educadores (Dios les bendiga) me hicieron recelar mucho
sobre este pecado capital. Incluso afirmaban que era de los pocos que se
castigaban en vida.
Tenían razón.
Hay variados ejemplos, pero como paradigma está bien referirse a
los avatares de una infanta: una persona que heredó la soberbia estructural de
quién proviene de una antigua dinastía, mezclada de una soberbia más dura y reivindicativa
de quienes no han podido consolidarla. Es decir los Borbón y los Grecia.
Este servidor no está aquí para juzgar, ni a ella ni a nadie,
pero si para añadir que la soberbia tiene un peligro que puede meter en líos a
cualquiera: es la impunidad.
En este caso, lo peor es que una vez descubierto el pastel, en defensa
de la infanta se han levantado voces amigas que la describen como una persona
débil, dependiente e incluso ignorante. Esto
no hay soberbio o soberbia de auténtica pata negra que lo aguante.
De verdad, ante estas defensas es mucho mejor declarar ante los
jueces, devolver lo que sea o tirarse al monte con su pareja como unos modernos
Bonnie & Clyde.
Eso si, si el monte son los Alpes suizos muchísimo mejor.
Sólo hay algo peor que la soberbia...la real soberbia! El Coleccionista
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