Por Paco Fochs |
Resulta que un “político” es una persona como usted o como un servidor, al cual le interesa tanto "lo" de la cosa pública, que decide dedicar su vida a ello.
Si persevera y las cosas le van bien (lo cual implica variopintas
aventuras) puede llegar a ser “gobernante”: ya sea de una concejalía, un
ayuntamiento, un ministerio, un gobierno o lo que ustedes quieran.
Ahí ya se complica la historia. En especial si a nuestro
personaje le afectan varias enfermedades: entre ellas está la de la
trascendencia.
Esta obliga a materializar su paso por la historia, lo cual generalmente se realiza a
través de obras o leyes.
Entre las primeras existen famosas y ridículas meteduras de
pata. Pero entre las segundas, que parecen que tienen más pedigrí, tenemos
ejemplos de leyes aprobadas que duran una legislatura y que en general han sido
costosísimas (en esfuerzos, tiempo y por ello dinero) para ser aprobadas. Pero parece ser
que es irresistible la tentación de crear una “Ley Fulanito” con su apellido y
todo, que regule algo muy básico.
Muchos lo han intentado, incluso recientemente, con leyes que no tienen el necesario respaldo social. Por ello duran poco.
Muchos lo han intentado, incluso recientemente, con leyes que no tienen el necesario respaldo social. Por ello duran poco.
Pues bien, debo decir que desde la transición, el único que ha
conseguido cerrar este círculo fue un Ministro llamado Javier Mocoso que se
sacó de la manga los famosos “Moscosos” que parece ser ahora vuelven para
alegría de los funcionarios.
Y es que para trascender, nada mejor que lo contrario a
prohibir.
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