Por Concha Carbajo |
El Teatro Real estrena mundialmente esta ópera, basada en el relato de Annie Proulx, con música de: Charles Wuorinen, puesta en pie por encargo e incluso empeño de Gerard Mortier.
Siempre es difícil trasladar al género lírico una famosa
obra. Mucho más si esta ha tenido su plasmación en el cine y que, además, ha
conseguido varios Oscares.
Pero una vez dicho esto, así como la
incongruencia de estrenar mundialmente en Madrid, una ópera sobre un drama que
se produce en un ambiente, aunque sea simulado, tan alejado como son las
montañas de Wyoming, esta producción merece para mi una palabra: Dignidad.
Dignidad en el tratamiento del texto y
de la ópera en si.
Se trata, como bien saben, de los
amores homosexuales mantenidos durante décadas, por una pareja de cowboys.
El asunto está tratado con buen gusto y
una impecable puesta en escena debida al belga Ivo van Hove, una música con referencias a varios autores, que en
principio parece muy estimable, estupendamente dirigida por el maestro suizo Titus Engel (se trata de un estreno y
no existen más referencias que las escuchadas en una primera representación) y
un trabajo lírico y actoral muy meritorio del barítono canadiense: Daniel Okulitch y del tenor
estadounidense: Tom Randle.
No hay más ni menos. Dignidad: ya es
mucho.
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