viernes, 7 de junio de 2013

Carmen Santonja: Música que Pinta




Por Javier García-Luengo Manchado
Sin lugar a dudas, el dúo musical Vainica Doble, compuesto por Gloria van Aersen y Carmen Santonja, marcó toda una época. Canciones como La ballena azul, Un metro cuadrado, El Tigre del Guadarrama o Cartas de amor, entre otras muchas, se convirtieron en la sintonía, y casi en el símbolo, de aquella generación que, de alguna manera, encarnaba los valores de la modernización de nuestro país.

Lo cierto es que junto a la importante labor musical desarrollada tanto por van Aersen como por Santonja, ambas también trabajaron otras expresiones artísticas, quizá menos conocidos en su trayectoria pero no por ello menos interesantes.

VISTA DE BRUJAS
Concretamente y aunque de manera muy sucinta, quiero reseñar la importante labor de Carmen Santonja (Madrid, 1934-2000) en el medio pictórico, quehacer éste no exento de complejidad, pues tipificar la capacidad creativa de Carmen, sería casi tan presuntuoso como intentar sistematizar el puro alma creativa, y es que, en efecto, su pintura, como su propia vida, estuvo trufada de innumerables experiencias personales y estéticas. 

Paradójicamente el discurso artístico de Santonja, empero, nunca enfatizó la grandilocuencia, lo esplendoroso o lo arrebatador, los ojos de la Carmen pintora, como en su música, se centraron en lo pequeño, en lo escondido, en la belleza de lo imperceptible.

Sin tener una formación académica, el contacto con el mundo de la pintura vino en primer lugar a través del ámbito familiar. Cabe recordar en este sentido, que Carmen era bisnieta del insigne Eduardo Rosales, nieta de la también pintora Carlota Rosales e hija de Eduardo Santonja, uno de los ilustradores déco más sugerentes de su época. A esta acendrada tradición familiar se unía la inquietud de su hermana mayor, Elena, quien a finales de los años cuarenta del pasado siglo estudiaba bellas artes en la Escuela de San Fernando.

El estudio del padre de las Santonja, sito en la Colonia de la Rosa, se convirtió desde entonces en lugar de encuentro no sólo de artistas plásticos, sino también personalidades del mundo del cine y  de lo que más tarde sería la casi recién nacida televisión en España. J. de Armiñán, F. Fernán Gómez, María Asquerino, José M.ª Forqué, Chus Lampreave, José L. Borau, son tan sólo alguno de los nombres que sirvieron a la joven Carmen como caldo de cultivo para, de una forma absolutamente autodidacta, ir elaborando unas obras que a principios de los sesenta combinaban el dibujo escrupuloso con cierto regusto naïf, para dar cabida a los múltiples objetos que definían su compleja y peculiar personalidad: esferas que aludían a la pasión por viajar; espejos que simplemente pretendían jugar con la mirada del espectador y, por supuesto, diferentes elementos que plasmaban una de sus grandes pasiones, las ciencias naturales.
ÁRBOL AZUL

Precisamente el componente botánico va a ser uno de los más representativos durante su vinculación al Movimiento Flor, compuesto, entre otros, por Luís de Horna o Ramiro Tapia. Más allá de la fugacidad del grupo, todos sus miembros estaban interesados en rescatar un arte figurativo ajeno a contenidos políticos en pro de una pintura que buscase la belleza, la armonía, y, en definitiva, la comunión del artista con la naturaleza.

Durante la década de los setenta y primeros ochenta, Carmen se haría eco del la cultura underground y hippie a través de unas obras que muestran ciertas concomitancias con las investigaciones que de forma paralela hallamos en Shelton o Yokoo. Las entonaciones ácidas, las formas caprichosas y los tonos contrastantes, serán el pretexto ideal para que Carmen Santonja siga dando rienda suelta a sus intereses más destacados, como el cine. No hay que olvidar la participación activa que Santonja tuvo en este medio, protagonizando o colaborando en distintas películas, entre ellas, El cochecito (1960) o La niña de luto (1964).

A partir de la formación de Vainica Doble, la dedicación a la pintura sería intermitente, mostrando, cada vez más, eso sí, la preferencia por la poética del objeto, es esta época, y sobre todo la de sus años finales, el momento de los conocidos como decollages, que conjugaría con la realización de pequeñas esculturas construidas a partir de una delicada acumulación de elementos orgánicos -ramas, hojas, conchas-, extraños collages escultóricos en pro de la Tierra y de la Naturaleza, un arte pleno, como su música, de color, de amor y de armonía.





 Javier García-Luengo Manchado es Doctor en Historia del Arte por la Universidad de Salamanca, obteniendo Premio Extraordinario de Doctorado en 2006. Ha desarrollado su labor docente en las Universidades de Salamanca y Anáhuac de México, asimismo ha efectuado estancias de docencia e investigación en las universidades de Londres, Sapienza de Roma, Évora de Portugal, Cergy-Pontoise de París y Academia de España en Roma.
Ha comisariado exposiciones dedicados a pintores del siglo XX y escrito libros y artículos de investigación referido a los mismos temas.
Como conferenciante ha participado en el programa El Prado fuera del Prado, ciclo organizado por el Museo Nacional del Prado.      

4 comentarios:

  1. Me encanta, Javier. Enhorabuena!!!! Amanda.

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  2. Que bonito ,Javier,tus artículos son muy interesantes.Gracias

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  3. Javier,siempre nos descubres personas y cosas muy interesantes...sigue así

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  4. He sido y soy admiradora de Carmen Santonja, me encanta que le dediques esta entrada.
    Quizá haya más gente interesada en su figura

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