Por Luisa Grajalva |
He
vuelto a la vieja estación abandonada. El edificio sigue todavía en pie,
aún hermoso con la vegetación entre sus grietas. Y es hermoso el silencio de
los raíles que no conducen a ninguna parte.
Me
entrego a este silencio y el pensamiento vuelve a ser viajero. De mi mente
siguen partiendo trenes repletos de esperanza, aunque vuelvan, tan sólo,
cargados de recuerdos.
Te
he visto regresar en uno de esos trenes. Te has sentado a mi lado, como
entonces, para mirar la hierba que brota entre las vías. Y has dicho aquella
frase, que tanto me gustaba antes sentir, para llenarme de una definitiva
tristeza: “ De una manera u otra, la vida siempre se abre paso”.
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