lunes, 9 de septiembre de 2013

Arte Sacro en el Museo de Santa Cruz de Toledo


Por Javier García-Luengo Manchado



Intentar glosar la riqueza patrimonial de una ciudad como Toledo en el presente artículo sería insultar a los lectores, tanto por la obviedad como por la fatua pretenciosidad. Tal riqueza, sin embargo, sólo puede ser mínimamente aprehendida a través de frecuentes visitas a una ciudad que jamás deja de saciarnos en nuestros anhelos culturales, artísticos y, por qué no, también románticos.
Sin más guías ni referentes que los que se acaban de citar, la ciudad del Tajo siempre ofrece la posibilidad de descubrir nuevas calles, recoletas plazas, desconocidas iglesias e interesantes museos, encontrando en cada uno de estos rincones, por inadvertidos que pudieran pasar, siglos de tradición, de historia y, sobre todo, de tolerancia y convivencia.

Al natural atractivo que ofrece la capital manchega, hay que añadir, vísperas del año en que se conmemorará el cuarto centenario de la muerte de El Greco, la EXPOSICIÓN DE ARTE SACRO que actualmente podemos disfrutar en el otrora Hospital de la Santa Cruz.
El referido Museo, depositario de múltiples obras procedentes de diferentes iglesias de la Ciudad Imperial, incluida la Catedral primada, exhibe estos días esas auténticas joyas del arte y la devoción. Si bien es cierto que en dicha muestra no debemos esperar grandes firmas o sobresalientes nombres de la historia del arte, una de las aportaciones más destacadas sin embargo de la actual muestra para quien esto escribe, es precisamente la posibilidad de difundir un patrimonio que en sí mismo, más allá de una firma o una escuela determinada es fiel testimonio de nuestro pasado histórico y estético, amén, claro está, de la evidente calidad de las piezas.
No obstante, a pesar de lo referido, podremos hallar algunas creaciones de autores tan señeros como Juan de Arfe, de quien podemos ver una pequeña custodia de asiento, o Juan Pascual de Mena, representado aquí por un Ecce Homo y una Dolorosa. Cómo no citar en este capítulo la impresionante colección de tapices de talleres bruselenses y antuerpienses, cuyos temas sacros –vida de San Pablo o Abraham-, pero también mitológicos y alegóricos –Triunfo de la Caridad- dan buena muestra de unos maestros duchos en el arte de la narración a través de la seda, del oro y la plata. 
No podemos concluir esta somera reseña sin aludir a la importante presencia que en Santa Cruz tiene  el ajuar litúrgico. Refinados cálices, custodias o portaviáticos, se dan la mano con los opulentos bordados de casullas y dalmáticas de los siglos XVI y XVII, destacando el terno del Cardenal Siliceo, figura por otra parte tan relevante en la historia de Toledo; ciudad que por enésima vez vuelve a reclamar nuestra atención para fascinarnos y sorprendernos.




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