Por Alejandro Tofiño |
En este segundo artículo dedicado al Barbero de Sevilla hablaremos del contrato concertado entre Rossini y Francesco Sforza-Cesarini, a la sazón libretista de la ópera y propietario del teatro donde se entrenó, así como de la elaboración de la obra, para después comentar otras dos versiones discográficas.
En noviembre de 1815 Rossini se
encontraba en Roma con la intención de supervisar la reposición de El turco en Italia y componer una nueva
ópera, esto es, Torvaldo e Dorliska.
Cuando Torvaldo e Dorliska estaba en
los últimos ensayos, Rossini firmó un contrato para la composición de una nueva
ópera que debía representarse en el Teatro Argentino en febrero siguiente. En
el mencionado contrato se fijaban las fechas de finalización del primer acto y
del estreno. El compositor, además, debía realizar las modificaciones de la
partitura que los cantantes reclamaran; tenía que estar disponible durante los
ensayos y debía dirigir las tres primeras representaciones desde el piano. A
efectos económicos, se contemplaban unos honorarios que equivalían a varios
centenares de libras y una chaqueta color avellana con botones de oro. Como
curiosidad: Manuel García, el tenor
que estrenó la parte del tenor, se le pagó más por cantar que Rossini por
componer la ópera.
Gioachino Rossini |
Teresa Berganza (Rosina), Ugo
Benelli (Almaviva), Manuel Ausensi (Figaro), Fernando Corena (Bartolo), Nicolai
Ghiaurov (Basilio). Coro y Orquesta Rossini de Nápoles. Silvio Varviso.
Grabación de 1964. DECCA
Dos graves inconvenientes
presenta esta versión: Fernando Corena
y el tijeretazo en los recitativos. El bajo suizo es aún hoy en día considerado
por algún sector de la crítica y del público como un gran bajo bufo (“el mejor
del siglo XX” se ha llegado a decir). Sin embargo, al menos para el que
suscribe, Corena posee los tics y vicios de la peor escuela tradicional:
exageradísimo en la caracterización de los personajes hasta desfigurarlos;
gritos, gemidos y carcajadas a destiempo; abuso del parlar cantando (más parlar
que cantando) , etc. De todo esto hay
un variado muestrario en esta grabación, aunque, por suerte en esta ocasión,
tiene los recitativos tan podados que nos libra de bastantes momentos de
castigo para los oídos pero, en cambio, hacen muy difícil seguir la trama
argumental, convirtiéndola casi en una mera sucesión de números cantados. Teresa Berganza es Rosina. Su voz, entonces juvenil, aterciopelada y flexible,
muestra un color que inmediatamente se mimetiza con este papel. Su Rosina está fenomenalmente
cantada, precisa en las agilidades, atenta por igual a las partes más alegres y
a las dramáticas, que también las hay. Ghiaurov
es un lujo en el papel de Basilio. En los comienzos de su carrera, su voz
resulta asombrosa: profunda, compacta, caversosa, timbradísima. Y su actuación
está a la altura de tales mimbres. Su calunnia
es de las que hacen historia. Ausensi
está bien de voz, aunque algo torpe en las agilidades, quizá demasiado serio y
da la sensación de cantar siempre en forte.
Con todo, delinea un Figaro respetable. Benelli canta un estupendo Almaviva, voz ligera pero masculina,
ágil en las florituras, simpático en la caracterización y, además, se atreve
con el aria Cessa di più resistere,
que casi nadie ha grabado por su dificultad, con un resultado más que honroso. Bien
Varviso que otorga a la obra
dimensiones camerísticas, en parte consecuencia de los medios orquestales de
que dispone. Grabación, por tanto, de las más redondas, con las
puntualizaciones ya dichas.
Beverly Sills (Rosina), Nicolai
Gedda (Almaviva), Sherrill Milnes (Figaro), Renato Capecchi (Bartolo), Ruggero
Raimondi (Basilio). Coro John Alldis. Orquesta Sinfónica de Londres. James
Levine. Grabación de VIII.1974 y V.1975. EMI
A pesar de contar con la insigne
orquesta londinense, la dirección de Levine
es excesivamente contundente y pesada, sensación que se agudiza con la
mejorable toma de sonido que adolece de una molesta reverberación,
especialmente en los tutti. Esto hace
que la orquesta parezca una centuria mastodóntica, contraria a la dimensión
camerística que tan bien va a la obra. Raimondi
tiene una voz fresca, bella, y ofrece un estupendo Basilio, quizá la única voz
totalmente satisfactoria en esta versión por calidad y prestación vocales e
interpretación atinada. El resto del reparto tiene sus más y sus menos. Sills grabó este papel demasiado tarde:
su voz está algo avejentada y sus agudos suenan estridentes y endurecidos,
aunque mantiene incólume la capacidad de regulación dinámica y técnica
respiratoria. Además, Sills demuestra que para ella es fácil improvisar adornos
y notas breves, otro ejemplo de su sólida preparación técnica. El rendimiento
de Gedda siempre ha sido controvertido.
Para el que suscribe el tenor sueco es un buen Conte, viril, con aún posibilidades en el registro alto y contenido
en la caracterización del personaje, si bien esta moderación ha sido tachada
por algunos de aburrida. Milnes da
la impresión de cantar un papel que no le conviene en absoluto, ni por voz ni
por estilo. Da todos los agudos e intenta ser gracioso, pero, insisto, se
encuentra totalmente desubicado entre los pentagramas del bel canto. Pero el papel peor servido es, una vez más, el de
Basilio. Capecchi no canta, habla,
grita, gime, susurra, brama… Toda una gama de despropósitos y exabruptos que
deja al mismísimo Corena en una posición muy alta. Cabe preguntarse si este
catálogo de ruidos y licencias de mal gusto no es sino un pretexto para
distraer de la penuria vocal del barítono italiano.
Brillantes y certeras consideraciones en torno a la discografía señalada!! Esperamos el siguiente!!! Nacho
ResponderEliminarBrillantes y certeras consideraciones en torno a la discografía señalada!! Esperamos el siguiente!!! Nacho
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