Por Alejandro Tofiño |
La
temporada 2013-2014 del Teatro Real de Madrid comienza con la celebérrima ópera
de Rossini Il barbiere di Siviglia. Son
ocho representaciones en las que se repone la elegante escenografía de Emilio
Sagi de la temporada 2004-2005.
Il barbiere fue estrenado en el Teatro
Argentino de Roma el 20 de febrero de 1816 con el título inicial de Almaviva, ossia L’inutile precauzione
como deferencia al compositor Paisiello que en 1782 estrenó su ópera homónima,
entonces muy popular, si bien, en el verano del año de su estreno la obra
rossiniana recuperó la denominación con que se la conoce hoy en día.
Gioachino Rossini |
Los
principales papeles se distribuyen como sigue: Conde de Almaviva; voz de tenor que ha de dominar el canto ligero,
con atención a los matices más delicados, emitiendo cada nota con gusto y
sutileza. Rosina; la protagonista
femenina fue concebida por Rossini para contralto-coloratura, voz entonces
habitual, de gran extensión, oscura pero con facilidad en las florituras. No
obstante, el propio Rossini cambió la tesitura de contralto a soprano, y en
esta tesitura, o en la de mezzosoprano de coloratura, suele cantarse hoy día. Figaro; barítono cuya voz ha de
discurrir libremente, apoyada en un buen grave, y manejar hábilmente el canto
florido. Bartolo y Basilio; papeles para bajos bufos, con
grandes dotes histriónicas, sin caer en el mal gusto o caricatura.
Son
muchas las grabaciones que de El barbero
de Sevilla se han realizado, ninguna totalmente redonda, pero sí con
numerosos puntos destacables. Veamos algunas de ellas.
Maria
Callas (Rosina), Luigi Alva (Almaviva), Tito Gobbi (Figaro), Fritz Ollendorff
(Bartolo), Nicola Zaccaria (Basilio). Coro y Orquesta Philharmonia. Alceo
Galliera. Grabación de II.1957. EMI
Lo
más llamativo de esta grabación es la primorosa dirección del maestro italiano:
contrastada, fluida, toda la ópera discurre de forma espontánea y natural. Y
esto se aprecia ya en la magnífica obertura, en la que se luce la
extraordinaria Philharmonia londinense. Notable Luigi Alva, atentísimo a la más
mínima inflexión, con un canto suave y matizado. Ni Callas ni Gobbi responden a
lo que estilísticamente pueda esperarse de estos personajes. Gobbi, ya se sabe,
tiene una extensión corta, con agudos que son bramidos y graves muy forzados;
su técnica es aproximativa y su forma de apianar, grotesca. A su favor, la
clara y matizada dicción. Callas, pese a sus agudos metálicos y estrangulados,
despliega un muestrario de agilidades limpias, originales e intencionadísimas;
su Rosina es una joven pícara, que poco tiene de ingenua, dispuesta a conseguir
como sea sus propósitos. Zaccaria, estentóreo pero eficaz e insuficiente en
todos los aspectos Ollendorff.
Victoria
de los Ángeles (Rosina), Luigi Alva (Almaviva), Sesto Bruscantini (Figaro), Ian
Wallace (Bartolo), Carlo Cava (Basilio). Coros del Festival de Glyndebourne.
Royal Philharmonic Orchestra. Vittorio Gui. Grabación de IX.1962. EMI
Grabación
que si no fuera por los dos bajos, muy deficientes, alcanzaría la categoría de
referencial. Bruscantini es un extraordinario y simpatiquísimo Fígaro,
seguramente el mejor de la discografía. Victoria de los Ángeles es un dechado
de elegancia, buen gusto y mejor cantar. Luigi Alva repite su estupenda
prestación como Almaviva, quizá más seguro y convincente que en la grabación
anterior. Por su parte, Gui extrae de la orquesta un sonido dúctil, chispeante
y perfectamente concertado. Lástima, insisto, de los dos bajos que no dan la
talla, ni de lejos, en sus respectivos cometidos.
Marilyn
Horne (Rosina), Paolo Barbacini (Almaviva), Leo Nucci (Figaro), Enzo Dara
(Bartolo), Samuel Ramey (Basilio). Coro y Orquesta del Teatro alla Scalla de
Milán. Riccado Chailly. Grabación de II.1982. SONY
Esta
versión está dominada por la estupenda prestación del americano Ramey, cuyo
Basilio no puede ser mejor cantado e interpretado, con una Calunnia antológica. Continúan los parabienes con Enzo Dara que no
cae nunca en el mal gusto ni en lo grotesco en un personaje tan dado a ello,
más bien lo contrario, quizá peque de cierta parquedad de matices, de la que
participan todos los miembros de la grabación, especialmente en los recitativos,
de los que podría haberse extraído más gracia e intención. Leo Nucci es un
respetable Fígaro. Horne es una Rosina un poco grosera de más, quizá porque la
grabación le vino tarde en una época en la que la voz algo avejentada no se
corresponde con la lozanía que se presupone en la pupila de Bartolo. No
obstante, impresionan sus graves y el dominio del canto de agilidad. Con todo,
la grabación pierde numerosos puntos con el tenor, cuya pobre técnica le impide
afrontar con garantías tan difícil papel: su Cessa di più resistere produce sonrojo. Finalmente, Chailly, en la
línea de los grandes maestros italianos, ofrece una versión cuidadísima,
espontánea y rebosante de garbo.
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